Cuantas veces me pregunte a que había venido a este mundo?. En mi niñez era imposible buscar las respuestas, ya que no se estaba “permitido”, porque la religión no te dejaba. Era “católica, apostólica, romana”, ya tenía el titulo puesto desde que nací, y las preguntas debían ser las que todo el mundo se hacía...y la que los libritos de catequesis, curas, catequistas etc…podían responder.
Pero mi cabeza iba mucho más allá de eso, aunque cada vez que pensaba, sentía que estaba “pecando”. Las preguntas no eran para nada caóticas, solo que no entendía como era Dios físicamente, como era el “castigo”, si significaba que te encerraban en una habitación húmeda sin ventanas, o que era el purgatorio….sabía que estaba el cielo y la tierra…pero no podía visualizar un lugar en el medio donde iban esas almas “descarriadas”. Eso sí…nunca pensé en el infierno por mas pecados que pudiese cometer, el diablo no entraba en mis pensamientos, aunque me lo mostraran como un monstruo rojo, de larga cola y con un “tenedor gigante” como solía yo decirle.
Hice la primera comunión, la confirmación, y mi escuela secundaria la hice en cuatro colegios privados católicos. En primer año quise ser monja, gracias a Dios ese pensamiento se disipo al terminar el año. Siempre debía confesarme, contarle a un tipo con sotana lo que había hecho, solo para después arrodillarme y rezar varios padrenuestros y avemarías...ufff, luego me sentía “perdonada” y que no me iba a quedar encajada entre este mundo y el paraíso (aún seguía sin entender que físico era ese).
Al terminar el colegio secundario, pase por la iglesia del barrio, toque la puerta de la casa del cura que estaba detrás de esta, y le pedí que me confesara. Nos sentamos afuera, en las escaleras y charlamos. En un momento le confesé que creía mucho en el Papa, y él me dijo: “El Papa es un hombre como cualquier otro sobre esta tierra, si él te dice que le tires veneno a un arbolito, vos lo harías?, solo porque confias mucho en el?”. Solo me tomo dos minutos reflexionar y darme cuenta que, si el Papa era como cualquier hombre de esta tierra, porque seguir confiándole mis cosas a un hombre con un vestido largo color negro que aún no había podido llegar a ser Obispo siquiera?. Esa fue la última vez que me confesé.
Pasaron los años y yo seguía rezando por las noches, a la Iglesia la visitaba cuando me invitaban a algún bautismo o cosas así, o…cuando me sentía muy abrumada, pero solo entraba si no había nadie dentro de ella, no puedo negar que me causaba muchísima paz estar dentro de ella, con ese silencio, sin mujeres mayores rezando el rosario arrodilladas ni un párroco prendiendo velas.
Todas las noches rezaba, no pidiendo, sino que agradeciendo, y siempre había por ahí un “Ay Dios mío!”. Poco a poco, dejaron de existir los santos para mí, no que no creyera que habían existido...sino que no los invocaba pidiéndole un milagro.
En el año 2000, conocí a quien hoy es una de mis mejores amigas, Giselle, alguien a quien había visto unos dos años atrás a esa fecha, pero que nunca habíamos cruzado palabra, si me llamaba la atención haberla visto de nuevo y no solo eso, sino que dio la “casualidad” (palabra que después descubro que no existe), que estábamos trabajando juntas.
Desde los 20 años hasta esa época, yo pasabas por periodos de depresión constante, me victimizaba, para mi ahogarse en un vaso de agua era algo total y absolutamente normal. Un día, mi amiga me invita a tomar un café, y, de a poco, comienza a hablarme de la Metafísica, pero me lo explicaba con sencillos ejemplos, y a partir de allí, comencé a darme cuenta que existían las causalidades, no las casualidades, que nada llegaba a tu vida porque si, ni siquiera las personas, todo tenía un motivo, un porque.
Empecé a seguir todo al “pie de la letra”, las señales, los “encuentros casuales”, me preguntaba por qué un pensamiento se venía de ese modo a mi mente, pero no…mi bipolaridad aún estaba a flor de piel, seguí preguntándome a que había venido a este mundo, porque por más que hiciera cosas por los demás. No lograba llenar mi vida de ninguna forma.
Hace seis años, estaba en casa, no puedo olvidarlo, era domingo por la tarde, el día que más esperaba de la semana porque no trabajaba y me dedicaba a estar en silencio, algo que amaba, y aun amo hacer. Pero sin embargo algo especial ocurria, estaba en la cama mirando tele, y no había programa que me satisficiera, hasta ahí todo normal, pagas una barbaridad de cable para ver películas antiquísimas, o, para ver dos films igual en diferentes canales. Así que opte por levantarme a cambiar los muebles de lugar, cosa también normal que hago cada vez que me aburro de ver todo siempre en el mismo lugar, considero que si lo cambiamos de vez en cuando, pareciera que todo cobrara una vida diferente.
Aun así sentía que no me llenaba, no podía entender que me estaba sucediendo, me tire nuevamente en la cama y empecé a llorar, porque no me gustaba lo que hacía?, porque mis muebles y adornos no estaban cobrando vida como siempre?, que se estaba muriendo?. Y la respuesta llego en cuestión de horas: era YO quien moría, era yo quien por más que cambiara las cosas internas de lugar, que las movilizara, no encontraba nada vivo. Y lo único que cruzaba por mi mente era el suicidio, para que vivir?, solo lo hacía para solucionar problemas ajenos, porque servía para eso, para correr atrás de alguien que me necesitara, y mostrarle el vaso medio lleno, y darle vuelta a los asuntos de ellos..pero...y yo?. Dónde encajaba?, cual era mi vida?...NO TENIA UNA VIDA PROPIA, VIVIA LA AJENA, sus rollos amorosos, sus problemas económicos….
En ese momento solo pensé un segundo en mi familia, pero no que iban a sufrir por mi ausencia, sino que iban a tener que arreglárselas para pagar mi funeral y esas cosas, pero bueno, no era un tema por lo que iba a tener que correr, ya que yo no iba a estar más. El siguiente pensamiento llego a cómo iba a producir esa “partida”, cuál era el método más eficaz, menos doloroso, no deseaba andar sangrando por ahí, ni vomitando, agonizando con el riesgo de que alguien me encontrara y salvara. Tampoco podía tirarme desde un balcón porque vivía en una casa de una sola planta, el techo era bajo así que era más posible que terminara quebrada que muerta.
La verdad no sé cómo sucedió, pero después de un par de horas llorando y buscando el método, algo cruzo de golpe en mi cabeza,… la luz de la esperanza?. Era una frase: “BUSCAR AYUDA URGENTE!”. Así que decidí tranquilizarme, hacerme la cena, y esperar hasta el día siguiente.
El lunes me levante, y fui a hablar con mi familia, para comunicarles que me sentía vacía, sin ganas de vivir y que necesitaba ayuda profesional. Acudí a mi obra social y allí me asignaron una Psicóloga. Al principio no fue nada fácil, hablarle a un desconocido, contarle mis cosas, en ese momento era terrible, aun no sabía que había páginas sociales en las cuales conoces gente virtualmente, y le terminas contado vida y obra tuya, aunque nunca los hayas visto personalmente.
Con el correr de las semanas, el tema fue siendo mucho más fácil, siempre me había gustado eso de escarbar en la mente ajena, así que poco a poco, no solo iba solucionando mis problemas, sino que iba aprendiendo mucho, sobre todo a auto indagarme, y a encontrar internamente esas respuestas que buscas en el afuera.
En mitad de la terapia, ya con muchas cosas resueltas (no todas), sentí la enorme necesidad de exteriorizar un cambio, ese cambio que se estaba produciendo dentro de mí. Mi pelo era negro como la noche y hacía ya dieciséis años que lo llevaba súper corto. Me fui a la peluquería a hacer un cambio drástico: me volví RUBIA y comencé a dejármelo crecer.
Me estaba empezando a aceptar, por dentro y por fuera, estaba viendo las cosas desde otro ángulo, estaba empezando a despegar de las opiniones ajenas, algo a la que me consideraba muy atada, respetaba lo que opinaran, pero ya casi no las hacia parte de mi vivir. Un día, mi terapeuta me dice que necesitaba tomarse un año sabático, que me iba a derivar a otra profesional, mi decisión fue darme el “alta yo sola”, no podía comenzar de nuevo con otra persona, no cuando me había costado muchísimo llegar a la profesional que me estaba atendiendo, así que ese fue mi final terapéutico.
Durante un tiempo creí estar bien, el porqué de mi venida a este mundo casi no aparecía en mi cabeza, trataba de vivir, pero nuevamente caí en la tentación de entrometerme y solucionar vidas ajenas, y caí….Durante cinco años llamaba todas las noches a la muerte, y corajuda yo, la peleaba, era como si le dijera “venite que te necesito, yo deseo vivir, pero quiero saber si ese deseo es más por la vida...o por vos”.
Ya se había vuelto algo cotidiano para mí, nadie lograba darse cuenta ya que en ese sentido, era “mudita”, sabían quizás que por algo estaba mal, pero no se imaginaban que era “eso”. En algo acertaban, que yo estaba mal por la soledad que sentía, casi llegando casi a los cuarenta, sin un marido ni hijos, solo con relaciones esporádicas que dejaban un sabor amargo a la hora de volver a casa..y acostarme sola.
Un día, mi hermana me pide ir a ver a un, no sé cómo llamarle, parapsicólogo no, vidente…mmm, bueno, el señor en cuestión tenia contacto con espíritus, gente que ya no pertenecía a esta vida. Fuimos a preguntar por la mama de mi cuñado que había fallecido meses atrás y aun podían sentir, de cierta manera, su presencia.
Para ser honesta, este hombre le “dio en el clavo” a todo, no le habíamos contado nada, sin embargo dio detalles que nos dejaron frías. En un momento, se da vuelta, me mira y me pregunta: “Por qué no queres vivir más?”, wowww, lo único que puedo decir es que comencé a llorar, porque era la primer persona que se daba cuenta de lo que me sucedía. Charlamos un rato y me fui con una mezcla de paz…y desorientación.
A partir de ahí, comencé a tomar las cosas de otra manera, a preguntarme cada vez más a que había venido a esta vida, pero no para torturarme, sino para realmente buscar la respuesta y abocarme a ello. Ya estaba yendo al gimnasio, así que eso ayudaba a que mis endorfinas actuaran y estuviera más alegre, más positiva, sumándole la ayuda del gran grupo de amigos que me había hecho allí.
Por esa época conocí a una amiga chilena por una página social, al principio me parecía media extraña, pero lo raro era que sentía como que ya la conocía, desde hacía mucho tiempo. Me dedicaba a leer a Coelho, Brian Weiss, Metafísica, etc, pero esta vez prestándole realmente atención, absorbiendo cada cosa aprendida e intentando llevarlo a cabo.
Debo decir que muchas veces he caído, pero rápidamente me levantaba, no deseaba “darme el lujo” de volver a provocar una riña con la muerte, no la merecía yo, ni ella debía ser molestada, porque cuando realmente decide venir, no da opción de lucha.
Mi amiga chilena me enseño muchas cosas, como meditar, como hacer viajes astrales, algo que aún no me animo a realizar de manera consciente, pero si lo hago mientras duermo, me enseño a ser más susceptible a muchas señales, a tomar en cuenta los presentimientos…tanto, que ahora a veces hasta me molestan, porque algunos de ellos no son buenos, y me provocan tristezas.
Y con respecto a mi pregunta universal, la respuesta es: vine a esta vida a ayudar a las personas en lo que pueda, pero siempre desde la palabra, hasta donde ellos me lo permitan…y hasta donde mis fuerzas den, sin dejar que esto afecte en mi diario vivir, en mis decisiones, en mi ánimo.
Soy feliz cuando alguien acude por mi opinión y puedo darla, no soy ni nunca fui una persona sutil para decir lo que pienso, soy bastante cruda, sabiendo que muchas veces hiero de esa manera, pero es la fórmula más eficaz para que la gente pueda darse cuenta de las cosas, lo que sucede es que a los seres humanos nos gusta engañarnos, pretendemos siempre escuchar lo que deseamos que nos digan y no la realidad, que todos las sabemos inconscientemente, pero a veces duele aceptarla.
Creo que si tomáramos estas verdades tal como son, aunque suframos durante un lapso de tiempo, evitaríamos dolores mayores, resolveríamos más rápido nuestros problemas mundanos, sabríamos que personas están realmente de nuestro lado, aunque eso signifique dejar de lado a aquellas a las cuales nos aferramos, pero que, constantemente, de un modo u otro, nos dañan, pero a la larga, haremos un filtro y nos quedaremos con lo mejor de lo mejor.
A ver, sé que lo que estoy escribiendo no suena fácil para llevar a la práctica, a mí me costó, aun me cuesta mucho, pero no es imposible. Desprenderse muchas veces de lo que nos rodea, sobre todo de lo malo, hace que suframos y nos desgarremos por dentro. Pero luego, y puedo dar Fe, empezamos a sentir satisfacción...por que?, porque de todo sacamos una enseñanza, aprendemos de lo malo y de lo bueno, de los malos y de los buenos. La gente hace su paso por la vida para darnos una lección, para que sepamos que hacer y que no, para aprender a actuar, a enfrentarnos a millones de cosas que creíamos que nunca nos iba a suceder.
Y a esas personas les estoy total y completamente agradecida, ellos me enseñaron a amanecer cada día, me enseñaron que debo, de vez en cuando, darme la cabeza contra la pared, hasta sangrar porque así, es la única forma de ver que estoy viva, sintiendo el dolor, el cual te hace reaccionar de manera rápida, para curarme pronto y no desangrarme.
Eso sí, nunca supe lo que fue sentir odio, puedo insultar cuando me siento atacada o algo me enoja, pero es mi manera de desahogarme, lo cual me permite después, olvidarme de la acción y la persona que me provoco ese daño. Odiar o sentir rencor, solo te lleva a oxidarte por dentro, a tener muchos sentimientos que no te ayudan. Como se siente es mix?. Mezclar amor, odio, celos, resentimiento?...Puaj! que coctel horrible por Dios!, si hasta nauseas me provoca.
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