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domingo, 8 de enero de 2012

SABER DISFRUTAR

Comencé escribiendo esto preguntándome a que había venido a esta vida, creo haber encontrado alguna respuesta, pero ahora, estoy buscando cual es mi talento, porque no es solo escuchar a las personas y que estas consideren que soy capaz de darles la palabra justa, o comprenderlas, no, tiene que haber más, algo que yo sea capaz de realizar desde lo físico, si bien “ayudar” me llena, necesito hacer algo más por mí.
Ayer le escribí a Marisol, mi amiga de Chile (extraña conexión que tengo con ella, esto atribuido a que nos conocemos de otras vidas). Le dije que su talento era enseñar danzas y cocer, pero que yo no había encontrado el mío, que por ejemplo me gustaba cocinar, y eso no me convertía en una chef, que me gustaba escribir y que no por ello yo era escritora, ella me contesto que como típica geminiana, tenía muchos talentos, que solo debía encontrar cuales eran.
El problema de un nacido bajo el signo de géminis, es que nunca terminamos nada de lo que comenzamos, porque rápidamente nos aburrimos, con muchísima facilidad, y juro que quisiera en este preciso momento, que mi mente se iluminara y que supiera que es lo que yo soy total y absolutamente capaz de hacer, sé que lo tengo dentro de mí, pero creo que no loro visualizarlo debido a que me encuentro en un momento especial, ya que sigo sin trabajo, mi autoestima está en descenso y sigo viviendo con mis padres.
Lo bueno, lo mejor, lo maravilloso de lo que me está sucediendo, es que ya no deseo no vivir más, como me sucedía antes, que con cada desilusión, mi vida corría peligro ya que no quería tenerla más. No voy a negar que muchas veces siento PANICO de volver a tener esos deseos oscuros, pero el solo hecho de sentir miedo a que suceda, hace que me replantee el mirar hacia adentro, y rebuscar en mi interior que es lo que está equivocado en mí, para poder seguir.
Y hay que ser realistas, esto cuesta, cada vez menos pero cuesta, no quiero venderles ni venderme que una mañana nos levantamos y la vida esta solucionada, y que todo es color de rosa, los problemas están, pero también están las soluciones, y también están los


cambios de ánimo, porque es lógico que suceda, pero como aprendí a permitirme estar mal, eso me ayuda a que drene todo lo “feíto” que hay adentro, eso sí, no dejo bajo ningún punto de vista que se convierta en algo crónico… ni loca vuelvo a ser la misma de antes!, no!, yo deseo evolucionar con todo lo que ello implica, las subidas, las bajadas, las caídas y las levantadas.
Porque hay que aprender a disfrutar también de los porrazos, suena loco no?, pero somos taaaan extremistas, que solo consideramos una felicidad absoluta o una tristeza absoluta, como si en el medio no hubiese nada…como si ambas no pudiesen convivir. A ver, vamos a poner un ejemplo para considerar esto: en un día común y corriente, nos levantamos, vemos que hay un sol hermoso, sonreímos y planeamos que es lo que vamos a hacer, eso nos pone felices de alguna manera, pero algo sucede en el medio que nos tira cuesta abajo, nos deprime, quizás, más tarde, recibimos una noticia que nos alegra el alma, pero a la noche, antes de acostarnos, ya ponemos el despertador de mala manera pensando que al otro día debemos madrugar. Por cuantos estados de ánimo hemos pasado en casi 16 horas en que estuvimos despiertos?, muchos, verdad?, pero cuál es el más predominante en nosotros antes de cerrar los ojos?, el de poner el despertador?, en lo que nos sucedió en el medio que nos deprimió?. Somos así, siempre queda lo peor, lo mejor lo dejamos para cuando queremos darnos aliento, pero no sacamos provecho de ninguno de los dos, porque lo feo también tiene un jugo para sacarle, solo debemos pensar, cuando nos tranquilicemos, cual es la parte positiva de lo sucedido. Justamente hoy escuche en la tele una frase maravillosa, no sé si la escribiré exactamente como es: “De un momento fascinante a otro momento fascinante, hay miles de momentos que hay que saber disfrutar”, genial!, a ponerla en práctica entonces, porque si no, se nos van 24 horas tan, pero tan rápido, que en el lecho de nuestra muerte, vamos a quejarnos por no haber vivido lo suficiente